"EL LADO OSCURO DE LOS SIMIOS"
Laura V. Cuaya
Revista ¿Cómo ves? UNAM
A los chimpancés se les consideraba animales muy
pacíficos hasta que Jane Goodall publicó un detallado registro de lo que llamó
la guerra de Gombe.
En la década de 1970 la primatóloga inglesa Jane Goodall
llegó al Parque Nacional de Gombe en Tanzania para estudiar la conducta de los
chimpancés en su ambiente natural. Al igual que muchas personas, Goodall los
consideraba seres gentiles. Sin embargo el 7 de enero de 1974 presenció un
acontecimiento que transformó esa opinión. Todo comenzó cuando seis chimpancés
machos y una hembra de la comunidad Kasakela patrullaban su territorio y se
encontraron al chimpancé Godi, de la comunidad Kahama, comiendo fruta
plácidamente (Goodall les ponía nombre a los chimpancés y a las comunidades
para identificarlos más fácilmente). Al ver que el intruso estaba solo y
distraído, los patrulleros de Kasakela se acercaron sigilosamente para
atacarlo. Cuando Godi se dio cuenta ya era demasiado tarde y no pudo escapar.
Vociferando frenéticamente, el grupo de Kasakela inmovilizó a Godi. Luego lo
molieron a golpes y mordidas durante 10 minutos. Con graves heridas en la cara,
una pata y el pecho, Godi se levantó con dificultad. Goodall no lo volvió a
ver.
Lo más sorprendente de este suceso no fue lo alevoso del
ataque, sino que Kasakela y Kahama eran ramas distintas de un grupo original: a
Godi lo atacaron sus antiguos compañeros. Desde 1974 Goodall pudo identificar
que Kasakela era la comunidad original y que Kahama la creó un grupo de
“separatistas” que se estableció en el sur. Este grupo estaba formado por tres
hembras con sus crías y seis machos: los hermanos Hugh y Charlie, Goliath, Dé,
Willy Wally y el adolescente Sniff. El grupo original permaneció en el norte y
siguió siendo más numeroso: 12 hembras con sus crías y ocho machos adultos. Lo
que Goodall no pudo averiguar en ese entonces fue por qué se separó el grupo que
se fue al sur.
Redes sociales
Cuatro décadas después, Joseph Feldblum, de la Universidad
Duke en Carolina del Norte, y sus colaboradores volvieron a analizar las notas
de campo de Goodall para estudiar la organización social de Kasakela entre 1968
y 1972 con miras a esclarecer el asunto. En la reunión anual de la Sociedad
Estadounidense de Antropólogos Físicos de 2014 dieron a conocer que la
separación de la comunidad no fue abrupta, sino que resultó de alianzas que los
chimpancés tejieron durante años.
En investigaciones anteriores a las de Feldblum (entre ellas
la de Goodall) se intentó establecer los lazos sociales entre chimpancés sólo
en función del tiempo que pasaban juntos. Aunque el tiempo, en efecto, es una
variable importante, Feldblum supuso que, como pasa con los humanos, los
mejores amigos no siempre son los que conviven más. Además del tiempo de
convivencia, Feldblum y sus colaboradores se fijaron en otras variables: ¿los
individuos iban en la misma dirección?, ¿llegaban al mismo tiempo a un lugar? A
través de esta nueva lente Feldblum y sus colegas detectaron tendencias de
separación desde 1968, especialmente en los hermanos Hugh y Charlie, que
pasaban cada vez más tiempo alejados del grupo.
En los siguientes dos años ocurrieron dos sucesos decisivos
para el futuro de Kasakela: la llegada del nuevo macho alfa Humphrey en 1969 y
la muerte del macho Leakey en diciembre de 1970. La dinámica social de la
comunidad cambió y el proceso de separación se completó por la ausencia de
Leakey, que hacía las veces de puente entre los dos grupos, y porque Humphrey
no fue el líder fuerte que la comunidad necesitaba. Para 1971 las redes
sociales estaban divididas y en 1972 ya podían distinguirse claramente los dos
grupos.
Exterminio
Luego la tensa calma se rompió y la rivalidad entre estos
dos grupos se convirtió en una verdadera guerra. Quizá por su juventud o por su
recién ganado poder, los chimpancés de Kahama adoptaron la bravuconería como estrategia.
Se paseaban por el territorio de Kasakela descaradamente, cosa que en el mundo
de los chimpancés es una ofensa grave.
Tal vez por su experiencia o por ser más numerosos, los
chimpancés de Kasakela optaron por el patrullaje. Patrullar es muy importante
en las comunidades de chimpancés. Una vez cada siete días al menos tres
individuos, casi siempre machos, exploran con gran sigilo su territorio en
busca de pistas de posibles intrusos, por ejemplo herramientas abandonadas. Si
se encuentran con individuos de otro grupo, comienza un “debate diplomático”.
Aunque éste ocurre a gritos y con actitudes violentas, la realidad es que
muchas veces sólo es fanfarronería. La diplomacia casi siempre gana y por eso
el patrullaje mantiene estables los territorios de cada comunidad. Los
chimpancés de Kasakela patrullaban su territorio para defenderlo, pero también
para emboscar y aniquilar a los de Kahama.
La siguiente víctima fue Dé, quien desapareció un mes
después de ser atacado. Luego fue el turno de uno de los individuos preferidos
de Goodall: Goliath. A pesar de ser el macho más viejo del grupo, lo atacaron
con la misma brutalidad que a los anteriores. Goliath también desapareció para
siempre tras el ataque. Los siguientes en desaparecer fueron Hugh y Charlie, los
rebeldes iniciales. Willy Wally y Sniff corrieron la misma suerte. Para 1978
toda la comunidad de Kahama había desaparecido. Espantada de la violencia del
conflicto, Goodall lo llamó la guerra de Gombe.
LA GUERRA DE GOMBE
Hechos
El 7 de enero de 1974, seis chimpancés machos y una hembra de Kasakela atacan
al joven macho Godi de Kahama, mientras comía fruta. A lo largo de los
siguientes cuatro años los machos de Kasakela mataron a los seis chimpancés
machos de Kahama; de las hembras, mataron a una, dos desaparecieron y tres,
fueron golpeadas y secuestradas. Para 1978, toda la comunidad de Kahama había
sido aniquilada.
Naturaleza bélica
Cuando Goodall comunicó sus hallazgos una parte de la
comunidad científica se mostró escéptica. Se le criticó por antropomorfizar a
los chimpancés (prestarles características humanas): ponerles nombre y luego
llamar “guerra” al conflicto le daba a éste una carga emocional que estaba
fuera de lugar en la ciencia. Habría sido preferible decir “conflicto
intergrupal” o “violencia letal”, términos más neutrales. El problema del
antropomorfismo es que puede sesgar a quien investiga la conducta animal. Sin
embargo el primatólogo holandés Frans de Waal advierte que por tratar de evitar
el antropoformismo se puede caer en el sesgo contrario: la “antroponegación”,
que es el rechazo a que existan características comunes entre los humanos y el
resto de los animales.
Otra gran controversia giró en torno a saber si la guerra de
Gombe fue un acontecimiento natural o si lo propició en alguna medida la
estación de distribución de plátanos que Goodall había instalado para ganarse
la confianza de los chimpancés y poder observar mejor su conducta. El asunto se
zanjó en 2004, cuando se reportaron cuatro nuevos ataques en la comunidad
Kasakela que ocurrieron entre 1993 y 2002.
Además, en 2014 la revista Nature publicó
una investigación realizada por 30 científicos de 25 instituciones de varios
países en la que se analizó si los ataques letales entre chimpancés resultaban
de la interferencia humana (por ejemplo darles alimento) o eran parte de la
naturaleza de estos animales, una estrategia adaptativa. Los investigadores
analizaron 18 comunidades y encontraron 152 muertes, dos tercios de las cuales
las perpetraron machos de un grupo rival. Los investigadores no hallaron
relación entre la violencia en las comunidades y la actividad humana, lo que
parece indicar que los ataques letales entre chimpancés son un comportamiento
natural que reduce la competencia por recursos y expande el territorio del
grupo.
El amor y la guerra, oxitocina
La hormona oxitocina tradicionalmente se ha asociado con el
amor y también se sabe que una de sus funciones es fortalecer los lazos
sociales entre individuos no relacionados genéticamente (véase ¿Cómo ves?, No.
133). Esta hormona se produce en abundancia cuando una madre amamanta a su bebé
y cuando dos personas están perdidamente enamoradas. En la vida de los
chimpancés la oxitocina se produce durante el ritual del acicalamiento y
contribuye a estrechar relaciones sociales y a reforzar alianzas políticas. Es
una ironía que la guerra sólo sea posible si hay lazos sociales fuertes,
consolidados por la hormona del amor, para que sus integrantes cooperen en la agresión
contra otro grupo.
Con el objetivo de entender mejor la relación entre la
oxitocina y la agresión en chimpancés, Liran Samunia reunió a un grupo de
científicos del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva y del Centro
Suizo de Investigación Científica. Entre octubre de 2013 y mayo de 2015 los
investigadores siguieron a dos grupos de chimpancés en el Parque Nacional Taï,
en Costa de Marfil, y recolectaron la orina de cada individuo en diferentes
actividades. Después de analizarla, encontraron que el nivel de oxitocina era
casi del doble antes de salir a patrullar y durante conflictos con otro grupo
en comparación con cuando estaban solos, durante el acicalamiento, la cacería
en grupo y al compartir comida. Lo que los investigadores sugirieron cuando
publicaron los resultados en 2016 es que antes del patrullaje la oxitocina
refuerza los lazos sociales y durante un conflicto reduce la ansiedad y
facilita la coordinación del grupo.
Diplomacia
Aun así, las guerras entre comunidades de chimpancés no son
comunes. Frans de Waal ha observado que después de un conflicto los chimpancés
se reconcilian con un beso y otros tipos de contacto corporal, y que la
probabilidad de reconciliación aumenta cuando los monos tienen una relación
social. La diplomacia es muy importante para los primates porque vivir en
sociedad tiene grandes beneficios mientras que los conflictos dañan las
relaciones sociales y al grupo entero.
En el caso de la guerra de Gombe la diplomacia fracasó. La
muerte de Leakey fue el detonante y la debilidad de Humphrey empeoró la
situación. Un líder con más experiencia quizá podría haber evitado que los
hermanos Hugh y Charlie se apartaran cada vez más de la comunidad. Las alianzas
entre los chimpancés se fueron desgastando poco a poco. Por ejemplo, aun cuando
ya había una clara división de las comunidades, a veces Mike y Rodolf, de
Kasakela, se paseaban con Goliath, de Kahama. En ese momento eran los tres
chimpancés más viejos de ambas comunidades y su amistad posiblemente mantuvo
las hostilidades a raya al menos por un tiempo. Una vez iniciada la guerra
cesaron esos paseos.
No hay registros históricos de las comunidades de chimpancés
para averiguar si las guerras son comunes, pero podemos recurrir a registros
genéticos. Si las guerras fueran frecuentes sería poco probable que las
familias vivieran por generaciones en la misma comunidad. Con el objetivo de
calcular la antigüedad de ocho comunidades de chimpancés en África Oriental,
Kevin Langergraber y un grupo internacional de colaboradores analizaron
variaciones genéticas heredadas en 273 chimpancés. Los investigadores
estudiaron sólo chimpancés machos porque los machos tienden a permanecer toda
su vida en el grupo en el que nacieron, mientras que las hembras emigran a
otras comunidades cuando alcanzan la madurez sexual. Los resultados, publicados
en 2014 en la revista Journal of Human Evolution, mostraron que las
comunidades surgieron en promedio hace 553 años. O sea que las familias han
sido parte del mismo grupo por más de 10 generaciones. Este estudio muestra que
las comunidades de chimpancés tienden a ser estables por largos periodos. Los
autores creen que la separación de un grupo ocurre cuando los costos de vivir
en comunidad superan los beneficios. La diplomacia entre los chimpancés actúa principalmente
a través de alianzas a largo plazo y reconciliaciones inmediatas.
Posguerra
Con la aniquilación de la tribu Kahama, los chimpancés
añadieron 15 kilómetros cuadrados a su territorio... por un tiempo. Tras cuatro
años de guerra, la comunidad de Kasakela terminó debilitada, lo que no pasó
inadvertido para sus vecinos. La comunidad de Kalanda inició un conflicto
contra los de Kasakela por el nuevo territorio. Desaparecieron los chimpancés
Sherry y Humphrey. La debilitada Kasakela se retiró del conflicto cediendo casi
todo el territorio ganado. La comunidad de Mitumba también aprovechó para
expandir sus territorios. Como la comunidad de Kasakela no podía enfrentar este
conflicto, de nuevo cedió parte de su territorio. Para no perderlo totalmente
los chimpancés de Kasakela tuvieron que hacer gala de ingenio. “Cuando estés
debilitado, aparenta fuerza”, aconsejaba el estratega militar chino Sun Tzu
en El arte de la guerra. Como si lo hubieran leído, los chimpancés
de Kasakela integraron a sus patrullas a machos demasiado jóvenes para defender
el territorio, pero listos para fingir fuerza. Así lograron engañar a sus
vecinos, que creyeron que esas patrullas eran de una comunidad fuerte y
desistieron de nuevos ataques. Tras la guerra de Gombe los chimpancés de
Kasakela apenas tenían territorio suficiente para vivir, pero al menos habían
sobrevivido. Lado oscuro Las investigaciones continúan décadas después de la
guerra de Gombe. Éste es un excelente ejemplo de cómo se construye el
conocimiento científico: una observación única se toma con cautela. Se plantean
hipótesis y distintos equipos de investigación realizan nuevas observaciones.
Finalmente se integran los resultados y se generan nuevas preguntas.
La guerra de Gombe, como quizá todas las guerras, es una acumulación
de contradicciones. Los conflictos entre grupos de chimpancés son posibles
gracias a la capacidad de cooperación. Si los individuos no tuvieran la
capacidad de coordinarse y formar alianzas con otros individuos, no habría
guerra. Los chimpancés pueden aniquilar a otro grupo al tiempo que protegen al
propio. Una comunidad que es fuerte antes de hacer la guerra termina vulnerable
en la posguerra.
La guerra de Gombe le mostró a Jane Goodall el lado oscuro
de los chimpancés. Antes de la guerra la investigadora creía que los chimpancés
eran pacíficos pese a parecerse a los humanos. Presenciar semejante violencia
transformó su visión inicial. Durante años Goodall tuvo pesadillas en las que
veía escenas de los ataques. Finalmente aceptó que los conflictos forman parte
de las comunidades de chimpancés. Como ella misma dijo, no tenía caso negar los
hechos. Lo que hoy sabemos de los chimpancés nos muestra que nuestras
capacidades cognitivas tienen una historia evolutiva y nos recuerda la unión
que hay entre diferentes especies.
Puedes leer el artículo original aquí:
http://www.comoves.unam.mx/numeros/articulo/234/el-lado-oscuro-de-los-simios